A MODO DE PARÉNTESIS




Permíteme, presumible lector o lectora, echar un paréntesis al aire de esta serie de publicaciones. En el fondo no será alejarme demasiado del tema; o tal vez sí. Se tratará, lo de dentro del paréntesis, de un derecho que, debe ser que de tan obvio ni se le menciona de manera explícita como tal, como derecho (es decir un atender a nuestra dignidad humana no menos que personal). También puede ser que esté cayendo en el olvido, sino en desgracia, y por ello, ni tan siquiera quiera decirse... o en desuso, que para el caso viene a ser lo mismo. Otra posibilidad de su silencio, sería esta: Está mal visto; por perturbador. Al derecho a pensar quiero, en este paréntesis, referirme.

Dirigirme quisiera, en estas palabras, a un escolar que por ser a uno cualquiera de los tenidos demasiado desconocido no me ha de ser; aunque sí en gran medida, como corresponde entre humanos, ya que en el fondo somos un pozo sin fondo. Gracias a lo cual tiempo ha que no andamos de árbol en árbol pendientes de una u otra liana tenida a mano a pie o entre rabo. Quiero decir que no somos de diseño preestablecido y así podemos ir haciéndonos humanos, que ese es un quehacer de por, y para, vida.


Estimado exalumno, me hubiera gustado serte de mayor orientación. Consciente, pero, en todo momento que orientarse en la vida siempre corre a cargo -carga no- propio. De ello deberíamos encargarnos toda la vida. Cargo propio, pero no exclusivo ni excluyente. Somos en sociedad. Poderse orientar implica, yo diría que casi necesariamente, que haya sentido; no uno sino que diversos y variados. Y ahí es donde creo que esta sociedad no nos acaba de corresponder, a veces ni de lejos. Por supuesto lo que trato de decirte es tan solo una opinión, la mía; pero a menudo tengo esta sensación: que se da y se toma una sobredosis de confusión.

Ahora ya eres adulto, y somos, adultos y no adultos, quienes configuramos en cierta medida -yo creo que mucha- la sociedad en la que vivimos. Espero que tu lo hagas mucho mejor que yo. En fin, ni que decir tiene que siendo tu, alumno no me hubiera dirigido a ti de la manera que acabo de hacer, con ese lenguaje. Vayamos a cuando no eras ex sino que un alumno de primaria, sin dejarte de hablar de tu a tu, como siempre he procurado hacer a pesar de todas las diferencia, como tan bueno es, de toda manera, que las haya.

La única manera que tenemos de orientarnos en la vida es pensando por cuenta propia. No a base, ni que decir tiene, de quimeras, sino de cuanto culturalmente nos es legado, junto (ello es muy importante, me parece a mi) con cuanto bulle en nuestro interior, que no es poco. Ebullición que a veces nos lleva al huerto y no precisamente para cultivar y coger los mejores frutos de los que seríamos capaces de degustar. Aunque también, faltaría más, esa misma ebullición nos lleva a lo mejor de sí que cada cual pueda desarrollar. Ahora bien, entre uno u otro hervor, ocasional y oportunamente sabido es que nos va de maravilla tomar en consideración cuanto nos ha sido legado y cuanto nos bulle por dentro para tomar mejores rumbos en la vida a fin de no estar a merced, siempre, de una u otra corriente, que tal vez puedan no convenirnos (o tal vez sí) ¿No te parece? Necesitamos pensar, por mal visto e incordiante que nos pueda parecer hacerlo. Cada uno tiene en ello sus capacidades y posibilidades; ...pero no recibe, me parece a mi, tal competencia, su merecida atención en esta sociedad.

Francamente te digo, no tuve demasiadas ocasiones para aprovechar y favorecer incremento en esta capacitad de la que -creo haber podido comprobar a pesar de todo en más de una ocasión, en no pocas- los niños y las niñas tienen tanta sed: la de razonar, para empezar, a su manera, casi siempre muy interesantes maneras acompañadas de sorprendentes consideraciones.

Yo procuraba aprovechar ciertas cortas o no tan cortas sustituciones que al cubrir bajas de algún compañero había que hacer. Casi siempre éstas eran del todo imprevistas y había que improvisar hasta coger el hilo de la programación establecida. Improvisar casi que es un decir. La maestra y el maestro tiene toda una baraja de posibilidades que carta a carta ha ido elaborando para lo imprevisto. Por otra parte a mi improvisar me encantaba, aún ahora; así que aprovechaba, lo intentaba, para que abrieseis la fuente de vuestra manera de pensar usando uno de sus medio preferido (a mi me parece que el mejor): el uso de las palabras con alguna que otra imagen, pocas).

¿Recuerdas el juego que dabais a las fábulas -anticuadas y de poca motivación, consideraban algunos de mis compañeros-, que sin saberlo vosotros se trataban de las clásicas? ¿Si vosotros fuerais el zorro bajo aquellas magníficas uvas, que hubierais pensado, dicho o hecho? Y ahí abríais diría yo que todo el abanico de posibilidades del pensamiento. "No engañarme y pedir ayuda para juntos y por turnos cojerlas y probarlas" "Aceptar que estaban fuera de mi alcance -veniais a decir algunos- pero sin decir que no estaban para comérmelas" "Mirar alrededor, tal vez con algún palo largo hacerlas caer", algunos inventabais mentalmente algún artilugio como medio de alcance... Finalmente buscábamos algunos ejemplos muy cercanos, quizás ya vividos por unos u otros, sino por todos, para considerar que aquella fábula decía de nosotros cuando mal decimos de aquello reconocido como muy bueno pero tal vez inalcanzable o alcanzable no más que en su momento ("eso tan bonito tuyo -cosa sentida más que dicha-, no vale para nada", por ejemplo). O aquella otra que hurgaba, fabulosamente, en nuestros temores. Unas ranas que se quedaron sin laguna y emprendieron la marcha hacia otros lugares y en el trayecto un pozo; de dudas también. ¿Tendrá agua? ¿Estará seco? ¿Si vamos al fondo, saldremos vivos? Si sí ¿Cómo? Y bajar, ¿Como lo hacemos? ¿Tal vez mejor, buscar otras salidas a la sed que tanto experimentaban las pobres ranas? Y ahí -que esas eran preguntas vuestras- se os desataban, en vuestras respuestas, todas las aguas de las posibilidades imaginadas para el caso de las necesidades que urgen. Recuerdo que eso sucedía en primero o segundo de primaria. Sí, seis o siete escasos años. En infantil no ocurría menos, añadiendo algún que otro superpoder que nunca estaba de más. En fin, lo que se dice pensar y que tanto gustabais de hacer. Y que luego, me parece a mi, la adulta sociedad, su lado desorientado, se encarga de desbaratar para un único y exclusivo sentido.

Sabes, hay un pequeño libro -Cándido, de Voltaire- no es un gran ventas. Pero es muy divertido, algo o bastante mordaz, muy irónico y con gran contenido crítico en su contexto. Al final del mismo el protagonista después de numerosas peripecias, desgracias y desengaños vistos y vividos encuentra que lo mejor es cultivar el propio jardín. Para mi eso no se halla tan solo al final sino que mejor aún al principio y lleva, en la verja de entrada, el particular jardín de cada cual ese rótulo a manera de invitación a propios y extraños: Cultiva tu propio pensar, ese es tu mejor huertecito, atenderlo es atenderte".


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