ARMÓNICOS DE UN CONCEPTO (9)


Hallé, y compartí en la entrada anterior, una pieza para hacerme con una buena caja de resonancia que ha de manifestar, bien patentes, los armónicos de unas palabras que aún siendo las misma en muchos su "sentido" se mantiene, entre unos y otros, "completamente contrapuesto" y además con la pretensión de querer mantener, ambos sentidos completamente contrapuestos, en un común concepto de democracia. 

He aquí, de nuevo, la presencia de tal referencia:

Si no había diálogo es porque unos usaban las mismas palabras entendiendo esas mismas palabras en un sentido completamente contrapuesto. Para unos democracia no puede haberla sin estado de la ley. Para otro democracia es mayoría. Y al final el desacuerdo de fondo es mucho más sutil. Es el demos soberano, es decir quién es el sujeto de soberanía. Unos entienden que es el estado en su conjunto otros entienden que lo es Cataluña.

Y he aquí la pieza, para mi acústica, hallada y que tan bien sintoniza con lo que, de manera algo dispersa y un tanto aleatoria, aletea entre mi cabeza y mi corazón, es decir entre lo que de mí pueda razonar y lo que en mí pueda sentir:


La democracia implica una división, una colección de desacuerdos. No es un lugar de gente similar sino de gente diferente. Su principio no es de igualdad sino de igualdad de derechos para que cada quién sea diferente y, no obstante las diferencias y los puntos de vista variados, sea posible vivir juntos y sin violencia. La democracia es la historia de la pluralidad y la tolerancia, no la de la victoria y la imposición. Por ello no hay victorias en la democracia, hay paz y la paz es la verdadera victoria de la vida política de los pueblos. (Shimon Peres).

Mencioné, en una entrada anterior de esta serie, también la necesidad de traer a colación otra pieza para la confección de la caja de resonancia que acogiera y amplificara al máximo los armónicos de ese concepto cuyo término es Democracia. Y todo ello con el fin de mejorar mi -nuestro, si se diera el caso de algún lector acompañante- escucha y la acústica de cuanto yo voy siendo (no todo habría de entrar por la vista:).

Sin embargo para que esta segunda pieza, tal vez de dimensiones algo extensas, pueda entrar a formar parte de la primera, será preciso atender a toda una inmensa sala de conciertos, conciertos en el más amplio sentido de la palabra. Un edificio, y paraje, de belleza incalculable, que se halla en un lamentable estado de conservación. Puestos, más de derecho que de hecho, universalmente sus cimientos, al altísimo precio de mucho dolor y sufrimiento. Edificio y entorno que, lejos de tan solo ser objeto de conservación, habría de serlo de continua y profunda expansión en las cuatro dimensiones imaginables: a lo largo y ancho de toda la Tierra, a lo alto -sobre todo a lo alto y para allanarlo- de los poderes tan férreamente establecidos, a lo profundo de los sentimientos cuerdos y a la relatividad de las voluntades que quieran, inteligentemente deseosas, participar, de hecho y en la cotidianidad, en su construcción "cuatridimensional" (ese edificio y sus medios de acceso no caben ser realizados por la imposición de alguna externa autoridad, ni tan siquiera, y muy especialmente, divina; si se impone ya no se edifica, a lo sumo, bajo imposición (o también a base de inconsciencia), nos queda una producción de cartón piedra o de simulacros, de gangas relucientes tal vez despampanantes y elevadísimas, pero a efectos de tal construcción, no más que ganga).

Me invito, e invito, a entrar en la gran y bella sala de los conciertos; que da pena verla y sobre todo sentirla, pero que tal vez muchísimos la adviertan todavía como llena de posibilidades. La tenemos deteriorándose bajo extrañas, a ella, guirnaldas y confetis verbales y con magistradas togas con antifaces infiltrándose con racionalizaciones justificadoras más que con razones bien ajustadas. A los Derechos Humanos me estoy refiriendo. 

Es, lo escrito, una invitación que en realidad no puede ser más que auto-invitación, pues cada uno tenemos inscrito, por propia atribución reconocida, el pase con el que podemos identificarnos en esa históricamente dilatada elaboración humana por derecho propio (que son los Derechos Humanos). Dignidad, la que cada cual tiene en si, es tal particular inscripción. Auto, la invitación, porque la entrada constructiva a esa gran sala de conciertos, en condiciones de dignidad, es libre, de decisión propia, directa y unipersonal.

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